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jueves, 24 de marzo de 2011

OJOS VERDES (Texto de John)

Hoy al oír  “Ojos verdes” de Doña Concha, de pronto se me vino el peso de toda mi vida encima y me desplomó.
Angustia en el pecho con la opresión implacable del pasado, lágrimas de piedra que hacen ruido al caer sobre un río ya seco, unos segundos sin respirar mientras la cara se siente como escayolada, y al final un sollozo que afortunadamente solo mi perro oyó.
La voz de mi padre cantándola al afeitarse con su cara enjabonada, Los hongos negros que invadían las fronteras de las pálidas losetas  del estrecho cuarto de baño. La piedra pómez para los callos de los pies que usaba mi madre. La loción Floyd , la olla de agua caliente, que presagiaba mi baño semanal, así como la intuición aceptada de que los Reyes vendrían pobres para traerme la bicicleta que soñaba.
 El año pasado encontré en la mesa del comedor un balón de fútbol y la camiseta del Athletic de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza, mil cachibaches con bolígrafos,
Libros, plumieres y todos los mensajes que mi padre dejaba en las tarjetas del Banco Hispano Americano de cariño, ánimo y esperanza para la bicicleta del año próximo, escritos con su lápiz mitad rojo mitad azul, de amor de postguerra , de la vita é bella, algunos respirando la frustración que sentía por la falta esa bicicleta que no pudo comprar..Se pasaba media noche escribiendo y dispersando los regalos para que llenaran toda la mesa.
¡Cuánto puede intuir un niño!.Los ojos de sus padres simulando ilusión cuando saben que los miras y tristeza al sentirse libres de miradas que temen sean de un lamento que lo comprende todo, como cuando el perro sabe mirar a su amo antes de morir.
 Creo que al intuirlo, supe fingir un enorme interés por mi camiseta, daba pataditas al balón y sugería que fuéramos al parque. Veía en sus ánimos  el alivio de haber pasado la prueba de aprobar esa asignatura que se tiene siempre con los hijos.
La bicicleta nunca llegó, pero yo me acuerdo que a esa edad soñaba que era capaz de volar. Era sencillo solo mover los brazos como las alas del águila y veia las copas de los árboles , las azoteas y el mundo girar. Por eso me identifiqué años después con Modugno y su Volare  e il celo pinto di blu.
 Pensé años después que la bicicleta ,después de todo, se hubiera quedado pequeña, oxidada,y un día abandonada. Pero el amor de los mensajes de mi padre la noche de Reyes, perduran para siempre. La mirada de mi madre sigue resplandeciendo. También se quedó pequeña la camiseta, además ya no soy del Athletic.
Pero sigo besando la foto de mis viejos. Hicieron mas de lo que pudieron con muy poco.
Cuando conseguí ser Profesor de Universidad en Florida, lloraban sin parar, pero de alegría. Me costaba un trabajo enorme que aceptaran mi ayuda, que con frecuencia tenía que hacer de tapadillo.
Cuando murieron, lloré como Totó en Cinema Paradiso, viendo los cortes de las películas que Alfredo recopiló con amor. ¡ Que baratos son los regalos que te hacen llorar ¡. Baratos porque no tienen precio ni están a la venta.
Ahora, como en Ojos Verdes, espero las noches de Mayo, pero me he propuesto no volverla a oír en bastante tiempo.



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