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sábado, 15 de enero de 2011

EL ÁRBOL (Fragmento de "Donde el corazón te lleve" de Susanna Tamaro

En el árbol, en cambio, el asunto es diferente. Desde que brota hasta que muere, siempre está inmovil en el mismo sitio. Con las raices se acerca al corazón de la tierra más que cualquier otra cosa, con su copa es lo que más cerca está del cielo. Por su interior la la savia corre de abajo arriba, de arriba abajo. Se extiende y se retrae según la luz del día. Espera la luz del sol, espera la lluvia, espera una estación y después la otra, espera la muerte. Ninguna de las cosas que le permiten vivir depende de su voluntad. Existe y basta. ¿Entiendes ahora por qué es hermoso acariciarlos? Por la solidez, por su aliento tan prolongado, tan sosegado, tan profundo.

LA NIÑA Y EL ROBLE (María Jesús,_Yosune , Oleo sobre tela)

                                                   
El roble se yergue firme, sólido. Su copa se mueve susurrante al compás de las ráfagas de viento. A sus pies la hierba no está todavía muy crecida. Está húmeda, jugosa, con el olor de la tierra pegado a cada una de las briznas. El suelo está aún mojado por el “orballo” a pesar del sol caliente del mediodía.
Por el camino la nena avanza llorosa y compungida. Se escapó por la ventana de la habitación de la abuela. Por su cara sucia resbalan las lágrimas gruesas, caminos de churretes marcan sus mejillas.Es pequeña y está triste,  necesita la mano y la caricia de una mamá, de esa madre que no tiene. Siente que no la quieren como ella espera. Sus cuatro años anhelan mimos y zalamerías, palabras de consuelo, palabras tontas y cómplices, arrullos de los que solo  una madre es capaz. La nena salta la cerca que separa el prado del camino se acerca al árbol, se cobija bajo su sombra,  lo acaricia, busca en la superficie rugosa del tronco el consuelo que necesita,  apoya la cara y lo abraza creyendo en su fortaleza, en su vigor. Se sienta en la hierba con la espalda apoyada en el roble, luego se tumba y entierra la cara entre la hierba sintiendo su caricia, la aprieta en sus manos a  puñados, la huele y la muerde. Es en la tierra, en la hierba y en ese árbol majestuoso donde ella encuentra su fuerza, su aliento; el consuelo para su ánimo triste
 Más tarde le preguntan a la niña donde estuvo, y ella contestará, con el silencio, alzándose de hombros, sin respuesta…Más allá de la aldea en el prado, en una esquina, el roble espera…